sábado, 24 de marzo de 2012

Sweet ladybug.

Hoy, he tenido en mis manos, un pequeño ser. Indefenso, sin poder reclamar su libertad.
Yo ejercía el poder sobre él, supongo. Podía decidir cúal era su futuro.
Podía haberla espachurrado con el dedo, y notar como ese líquido extraño al que llamarán sangre animal saliera de su pequeño cuerpo.
Podía haberla dejado en una hoja verde cualquiera en la que comiera un poquito de yo que sé qué. 
Pero eso cambiaría su destino, puesto que ella no eligió estar allí. 
Así que decidí elevar un poquito el dedo, lo suficiente para que se quedara en la punta, y ella, volando, eligiera 
a dónde quería ir.
Y me hizo suaves cosquillas al despegar.


Así que, dejándola subir sola, trepó por mi piel tranquilamente, investigando qué era aquel suelo en el que nunca había pisado. Subió y subió hasta llegar a mi uña, me apuesto cualquier cosa a que pensó que era un pequeño aeropuerto. 
Que era su gran oportunidad para despegar e ir a cualquier lugar donde caer. Se lo pensó.
El volar, digo.
 Sacó esas alitas naranja claro, que tiene debajo de las manchitas, ( que por cierto, pude observar cómo cada pequeño ser tiene diferente número de estas) y fue a echar el vuelo. Aunque, por lo que parece, se lo pensó, y no despegó. Como si algo la atara a mi dedo. 

Andó un poquito más hacia delante, y volvió a volar. 
Entonces, vi cómo volaba y volaba cerca de mí, a mi altura, sin distanciarse del árbol más próximo. 
Y, para mí sorpresa, se posó en la hoja más verde en la que, en un principio, había pensado dejarla.
Y allí, analizando su terreno, se quedó toda la tarde.
My little ladybug.



 

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