martes, 5 de febrero de 2013

Y todo, en general, se hace pequeño.

Las lágrimas nos enseñan, y las sonrisas nos alegran. Las personas nos sacrifican. Los sentimientos nos debilitan. Pero lo que verdaderamente nos hace fuerte, es la vida misma.

Cambios, inoportunos.

Me sentaré aquí, a ver como cambia el mundo, y como poco a poco me desintegro.
Las personas mueren, crecen, y nacen, no siempre en el mismo orden, a veces, incluso, nacen y se olvidan de crecer, de madurar. Estoy cansada, de ser buena persona siempre, de intentar solucionarlo todo, de no enfadarme con nadie. He llegado a mi pequeño límite. No voy a tolerar ni una más. Esta será la única oportunidad que tendrás de alejarte, tú y tus fieles seguidores. Mi problema es que perdono, pero no olvido.    Las oportunidades se pierden, la confianza también. Y si se pierde la confianza, se gana hipocresía, quieres conocerme y saber de mí? Pues no sabrás nada de mí nunca más. Para mí, ya no existes, ni tú, ni nadie que tenga que ver contigo. Pero no te olvidaré, por como cambiaste.
Es difícil reconocer un fallo, un error, también es difícil darse cuenta como pasa el tiempo, o cómo y de qué manera una persona puede cambiar. Cuesta, según dicen alejarse de momentos, caricias, miradas, sonrisas, o formas de vivir. Pero yo creo en la esperanza de que las personas deben durar un tiempo determinado en tu vida, un tiempo exacto, en minutos, e incluso segundos. Están, lo que deben estar, ni más ni menos. De una manera u otra, siempre perdemos a todo el mundo, sea como sea. Cuando alguien se va por su propio pie, o cuando, simplemente, nos evaporamos, y desaparecemos lentamente. Ahí, es cuando no tiene importancia. La pequeña diferencia, es reconocer cuándo merece la pena dejar pasar el tiempo con una persona y cuándo no. Algo, que también es difícil. He aprendido, con muchísimas personas- no se si por fortuna o por desgracia- a saber dejar ir, o a retenerles un poquito más. No voy a retener a nadie, eso lo tengo claro, aunque me duele, de vez en cuando, dejarle ir a él. Sé que yo le importaba, sí, pero no de la manera que me importaba él, le importaba yo. No puedo obligarle a quererme, ni siquiera puedo obligarme a mí a dejarle ir, pero tengo que, por lo menos, intentarlo. Nada nos une, sólo el pasado. Y eso, no es nada, por lo menos en el presente.